Lo pronosticó Narciso Michavila, si el PP no llega a 150 escaños Pedro Sánchez escribirá un nuevo manual de resistencia, pero si el PP supera los 160 escaños Sánchez no llega a septiembre como secretario general del PSOE.
Ésta era la disyuntiva del 23-J y éste es ahora el dilema. Porque Sánchez planteó estas elecciones como un plebiscito sobre su persona y en función de este planteamiento ha desarrollado una campaña personal, dirigida a sus intereses personales y no a los del PSOE, ni los de España. Su estrategia no es para seguir gobernando, es para resistir y por eso también rescató a Yolanda Díaz en la última semana de campaña.
Campaña a la desesperada y contra las encuestas. Una campaña de imagen propia para restaurar la deteriorada reputación de un presidente sin prestigio, sin credibilidad y sin empatía. Una campaña plagada de improvisaciones y cambios de estrategia que comenzó con el miedo al lobo de la extrema derecha, que ya no se cree ni asusta a nadie, y terminó con descalificaciones calumniosas contra el líder de la oposición y mentiras como las supuestas declaraciones de la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, sobre Núñez Feijóo, desmentidas rotundamente por la portavoz de la Comisión, o la negativa sobre el cobro de peajes en las autovías, mientras los responsables europeos confirmaba categóricamente ese compromiso del gobierno sanchista en el Plan de Recuperación.
Pero es que la mentira es consustancial a Sánchez. Mintió al plagiar su tesis doctoral. Mintió cuando dijo que no podría dormir con Pablo Iglesias en el gobierno para luego hacerle vicepresidente. Mintió cuando garantizó que nunca pactaría con Bildu y le convirtió en socio preferente. Mintió en la gestión y en las cifras de fallecidos durante la pandemia del Covid. Mintió cuando dijo que iba traer a Puigdemont de vuelta a España para luego derogar la sedición e indultar a los golpistas catalanes. Y mintió también cuando se erigió en paladín del feminismo para terminar excarcelando y rebajando las penas a violadores y delincuentes sexuales con una ley del sí es sí que aprobó como jefe del Gobierno y calificó de “progresista”, cuando ha sido la norma legal más dañina y ofensiva contra las mujeres, junto con su llamada Ley Trans, desde el inicio de la Transición.
Una campaña sin proyecto, sin programa y sin propuestas, aunque no era necesario porque los electores ya sabían lo que hizo, durante sus cinco años de Gobierno, cómo lo hizo y, sobre todo, con quién lo hizo, un EH Bildu, heredero de ETA, y una ERC separatista y cuyos líderes fueron condenados por golpistas y malversación.
Y una campaña personalista y sin partido, en la que el Que te vote Txapote, eslogan nacido del ingenio popular se ha convertido en el tormento de un Sánchez sin apoyo de los barones ni de la vieja guardia. Hasta un tercio de los 71 ministros socialistas en los Gobiernos de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero renunciaron a pedir el voto para Sánchez durante la campaña. Entre ellos el que fuera vicepresidente, Alfonso Guerra, declarado antisanchista. Pero también están en esa lista nombres como Virgilio Zapatero, Julián García Vargas, Carlos Solchaga, Claudio Aranzadi, Rosa Conde, Cristina Alberdi, Javier Gómez- Navarro, Elena Salgado, Ángel Gabilondo o el expresidente de Madrid, Joaquín Leguina.
Incluso alguno como el que fue biministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, llegó a declarar que Sánchez había sido el peor presidente de la democracia. Mientras que otros, como el exministro de cultura César Antonio Molina pedía directamente el voto para Núñez Feijóo y el que fue destacado dirigente socialista, alcalde de La Coruña y presidente la Federación Española de Municipios y Provincias, Paco Vázquez anunciaba categórico que “votaré contra Sánchez”. Tampoco los barones como García-Page, Fernández Vara o Lambán, al que impidieron hablar en el mitin de Huesca, han apoyado al candidato socialista.
Especial indignación en el equipo de Moncloa causó la negativa de Felipe González a apoyar a Sánchez. Un González al que intentaron convencer pero que terminó apoyando públicamente la propuesta de Feijóo de dejar gobernar a la lista más votada. Sólo su antecesor y principal mentor, Rodríguez Zapatero “cogió la mochila”. El presidente del gobierno que llevó a España a la peor crisis económica desde la Transición fue el único que dio la cara por un Sánchez decaído tras el cara a cara con Feijóo en un debate que supuso una inflexión en la estrategia de campaña.
Ante los resultados de un encuentro en el que fue casi unánimemente declarado claro perdedor, Sánchez, en busca de la remontada cambia de táctica y busca a un apoyo masivo en circunscripciones como Cataluña y el País Vasco, donde los socialistas tienen una intención de voto muy por encima del resto España, y en atraer algunos colectivos como los jóvenes y el feminismo y el colectivo LGTBI.
Ahí aparecen las alusiones a la pija y el quinqui o al Perro Sánchez. Y ahí surge también la necesidad de recuperar el idilio de conveniencia con Yolanda Díaz y Sumar.
Idilio de conveniencia y convergencia, después de haber pasado la mitad de la campaña como adversarios, y de que la Plataforma de la vicepresidenta segunda del Gobierno orientara su inicial estrategia electoral a arrebatar votos al PSOE por la izquierda, achacando a Sánchez y a la parte socialista del Gobierno no haber podido desarrollar un programa más ambicioso en materias como la vivienda, el control del precio de los alquileres, los salarios o el cambio climático.
Táctica que abandonó al unísono con su jefe en el Ejecutivo ante los resultados que daban las encuestas para convertirse en el dóberman de Sánchez contra Feijóo, en un ataque tan encolerizado como lleno de contradicciones. Especialmente porque avisaba de que “hay que tomarse en serio a Feijóo como rival, al tiempo que le calificaba de “insolvente”, “mentiroso” y de estar “incapacitado para gobernar”. Un presidente gallego que ha encadenado cuatro mayorías absolutas, al que los gallegos votan en masa y conocen bien. Tanto como a Yolanda, de la que saben su currículum de tránsfuga y traiciones. Y si no que le pregunten a Xosé Manuel Beirás o a Pablo Iglesias
Un campaña, la de la Yolanda de Sumar que empezó en morado, para transformarse en rojo sangre y terminar en rosa Barbie y planchando antes de jugar.