“La crisis climática ya está aquí. Estamos en guerra”. Esta frase pronunciada ayer por el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, ante el Parlamento del país resume no sólo las dramáticas jornadas vividas en el país heleno por los graves incendios ocurridos en la última semana, sino un problema global que amenaza con modular la forma de vida tal y como la conocemos. Para empezar, ya está cambiando la forma en que viajamos.
La industria turística está empezando a notar el impacto del cambio climático. La prueba de fuego es la época estival. Los veranos se han vuelto más intensos y destinos clásicos -sobre todo los del sur de Europa- están empezando a resultar menos deseados para los turistas ante el aumento de las temperaturas.
Es el inicio de lo que viene. Ahora mismo, el calentamiento global se traduce en 1,2 °C por encima desde los niveles preindustriales, pero los científicos aseguran que la situación empeorará incluso si se consiguiera contener el aumento de la temperatura en los 2 °C marcados como objetivo en el Acuerdo de París. Un estudio publicado por Plos One en 2019 predijo que en 2050 el clima de Madrid se parecerá al de Marrakech, los termómetros de Londres se parecerán más a los actuales de Barcelona y Estocolmo asimilará las condiciones de Budapest.
Centrándonos solo en Europa, de materializarse esta previsión supondría un cambio radical en la industria del turismo, que el año pasado contribuyó con 1,9 billones de euros a la economía de la región. El mayor golpe de este cambio de patrón lo recibirían los países del sur del continente en los que la economía es altamente dependiente de atraer visitantes. En datos, la industria del turismo contribuyó con el 14,9 % al PIB de Grecia en 2021, mientras que agregó hasta un 9,1% y un 8,5% para Italia y España, respectivamente.
¿Está la industria preparada para estos cambios de guion? “Todavía hay una gran parte de la industria que literalmente está despertando […] No creo que estén realmente listos”, indica Catharina Martinez-Pardo, de Boston Consulting Group, a Bloomberg.
La compañía de viajes TUI y la aerolínea EasyJet reconocieron la semana pasada que aún no han notado el impacto del calo extremo en sus reservas de viajes y vuelos. La predicción de los expertos, sin embargo, les deja sin escapatoria. Aunque se estima que el sector turístico de Europa crecerá a una tasa media anual del 3,3% hasta 2032, la frecuencia de los fenómenos extremos en el sur de Europa puede empujar a los viajeros a destinos del norte del continente en busca de temperaturas más frescas. Desde Moody’s Investors Service indicaron este lunes que las olas de calor pueden “reducir el atractivo del sur de Europa como destino turístico a largo plazo o, al menos, reducir la demanda en verano”.
Ya hay estudios que plantean escenarios económicos futuros, entre ellos de la Comisión Europea. Poniéndose en un caso extremo de que el calentamiento global aumentara en 4ºC, además del colapso ecológico que esto supondría, el turismo de las islas griegas -uno de los destinos más solicitados en verano- se desplomaría más del 9% mientras la costa oeste de Gales recibiría un 16% más de visitantes.
La tendencia ya se refleja en algunas ocasiones. Según datos de la web de reservas de viajes eDreams Odigeo, las búsquedas de destinos del norte de Europa de ciudadanos viven en el sur aumentaron en la última semana en comparación con los mismos días del mes pasado; a Irlanda, por ejemplo, se dispararon más del 1000%.
Pero el clima extremo no sólo modificará la elección del lugar de vacaciones. Eduardo Santander, director ejecutivo de la Comisión de Viajes Europea, indica para Bloomberg que el aumento del calor también puede modular la época fuerte de viajes, prefiriendo viajar en primavera o invierno en lugar de verano, y reservaremos las vacaciones con poca antelación para intentar contar con más información sobre el clima en destino.