El miedo a que la ronda de consultas naufrague crece entre los grupos parlamentarios. El PNV teme que las negociaciones entre PSOE y Junts se enroquen, y Sánchez vuelva a lanzar un órdago que abra la puerta a una repetición electoral en Navidad. No es un escenario desconocido en la convulsa política española posterior a 2012 pero, en el contexto post 23-J, sí podría tener unos efectos hasta ahora no vistos
Volver a colocar las urnas en diciembre, como mandaría la ley si no hay acuerdos, equivaldría (a efectos prácticos) a una segunda vuelta como la que se plantea en las competiciones electorales de otros países europeos, al estilo de los comicios presidenciales franceses. A este tipo de reválidas solo acceden los dos partidos que obtuvieron más votos en la primera fase.
Todo apunta a que en la mente de los votantes españoles se daría un proceso semejante, que les llevaría a concentrar sus votos en las dos únicas fuerzas políticas que, a derecha e izquierda, se percibirán como realmente decisivas para formar Gobierno, el PSOE y el PP. Aunque concurran muchos otros partidos, todo quedará así resumido en un todo o nada que decantará la balanza definitivamente de un lado u otro.
Como resultado de una polarización tan marcada, fuentes de las formaciones minoritarias consultadas por elEconomista.es reconocen que su destino es verse prácticamente “barridas” del mapa electoral. Tan expeditivo fin afectaría sobre todo a las fuerzas nacionalistas, ya sean moderadas o independentistas.
En cuanto al futuro que espera a los dos grandes, las pasadas generales ya han bastado para demostrar un mayor índice de movilización en torno al PSOE que en el PP. Los socialistas sumaron 1,46 millones de votos con respecto a los comicios del 28-M, por el poco más de un millón de papeletas que añadió el saco popular. Además, el recorrido de Sánchez podría ser mayor. Vox cuenta con un voto fiel que difícilmente optaría por Feijóo. Sin embargo, la sintonía entre Sánchez y Yolanda Díaz es mayor, y esto se traslada al electorado de izquierda.
El precedente del 10-N
El ambiente recuerda al precedente más reciente, que lo encontramos en 2019. Las elecciones del 28 de abril dibujaron un hemiciclo complejo. El PSOE ganó, pero sus 123 diputados necesitaban del apoyo de los 57 escaños que logró reunir Albert Rivera en torno a Ciudadanos. Sin embargo -como es sabido- las negociaciones naufragaron, y España fue a una repetición electoral.
El 10 de noviembre el escenario fue más complejo. Sánchez logró 120 diputados, pero perdió casi 700.000 votos. En contra el PP pasó de 69 a 89 escaños. El socialista cerró una coalición con Unidas Podemos que salió adelante gracias al apoyo de PNV, BNG, Nueva Canarias, Más País, Compromís y Teruel Existe. También a la abstención de ERC y Bildu. Por entonces -y en contra de lo que temores del PNV- los partidos minoritarios no perdieron peso, pero ganaron influencia. En esta ocasión, la historia podría transcurrir a la inversa. La aritmética parlamentaria da a Junts un poder mayor al esperado por sus 390.000 votantes.
Volver a las urnas -no obstante- es un movimiento demasiado arriesgado; pero de formar gobierno con el actual parlamento, Sánchez tendría una mano atada a la espalda. De ser elegido, el socialista tendrá muy difícil el sacar adelante leyes importantes, ya que el Partido Popular mantiene -tras la cita electoral- una mayoría absoluta en el Senado, con la que podría retrasar o bloquear todas las medidas que saque adelante el Ejecutivo con el apoyo parlamentario de sus socios de investidura.
Mantenerse en funciones
Entre tanto, se abre una tercera vía que calmaría más la tensión postelectoral, pero que sería más perjudicial para el futuro de España. Sánchez podría imitar a Mariano Rajoy, no presentarse a la investidura, y permanecer en funciones durante un largo periodo de tiempo hasta encontrar el momento adecuado para volver a convocar elecciones. El expresidente del PP aguantó diez meses en 2016, hasta que logró ser investido con los votos a favor del PP, los de Ciudadanos y la abstención de 68 diputados del PSOE. De hecho, este movimiento provocó la defenestración de Pedro Sánchez como secretario general socialista y llevó al partido a una crisis. Pocos días después, Sánchez montó a bordo de su Peugeot 407 visitando militantes por toda España. Su viaje le llevó a La Moncloa en 2018 tras ganar la moción de censura contra un Mariano Rajoy asediado por la corrupción política del PP.
Esperar, no obstante, tiene un riesgo. Durante todo el tiempo que el Ejecutivo esté en funciones no podrá aprobar leyes ni los Presupuestos Generales del Estado. Esto podría poner en riesgo el desembolso de los fondos europeos, ya que España tiene reformas pendientes que deben ser impulsadas en acuerdo con la Comisión Europea. Entre ellas, la reforma fiscal, que quedó pendiente tras la convocatoria del 23 de julio. Tampoco podría prorrogar impuestos clave, como el de las grandes fortunas o el gravamen a los ingresos extraordinarios a la banca y las compañías energéticas. Cruciales para elevar los ingresos de cara al cumplimiento de las nuevas reglas fiscales. A ello se añade la imagen de un Sánchez en funciones como presidente de turno del Consejo de la Unión Europea.